Uno de los nombres que más hemos pronunciado en este último año y medio es «Paloma Pedrero». Lo repetimos desde la preparación de esto que terminó siendo Mejor mañana, hasta la última actuación, este mismo martes, cuando un compañero descubrió algo nuevo en el texto y volvimos a hablar de él, de lo bien que funciona, de cómo llega al público y del placer que nos da interpretarlo.
Lo que conozco de su obra está en Juego de noches, una recopilación pescada en el mar de una biblioteca pública. Ese nombre no me sonaba, pero sus textos se adaptaban perfectamente a nuestras posibilidades: necesitaban pocos actores y eran sencillos técnicamente; y era un teatro de personajes y de almas. Un enorme descubrimiento.
A partir de entonces, ese nombre se quedó en mi mochila hasta que hace un año y medio empezamos a pensar en un nuevo proyecto; y nos iluminó. Pensamos en preparar un espectáculo basado en obras suyas. Y hubo que elegir, porque ¡todas podían ser y sus personajes nos encantaban! Después de darle muchas vueltas, nos decidimos por La noche que ilumina a la que, finalmente, juntamos con un texto de Charo González Casas, Talgo con destino Murcia.
Durante los meses de ensayos, ese nombre siguió iluminándonos y su obra nos encandiló. Y ahora, en cada representación, su Rosi, su Fran y su «coleguita», esos seres humanos que le hemos tomado prestados, enamoran al público; y a nosotros, unos simples actorcillos aficionados, nos hacen sentir la grandeza del teatro.
Esta mañana me he enterado de que Paloma Pedrero tiene cáncer. El frío que me ha recorrido todo el cuerpo me tiene noqueado. Me he dado cuenta de que ella es una compañera más de Teatro del Garabato.
¡Ánimo y fuerza, Paloma!
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