"¿Picasso soporta bien la comparación?", le pregunté hace algún tiempo a alguien que fue a ver la exposición que realizó el Museo del Prado Picasso. Tradición y vanguardia, donde se enfrentaban obras del malagueño con otras de pintores "tradicionales". La respuesta, resumiendo, fue "no".
La semana pasada fuimos a ver Gólgota picnic, el último montaje del ente Rodrigo García, que hoy termina, coproducido por el Centro Dramático Nacional. Después de más de hora y media del teatro "vanguardista" de uno de los más prestigiados creadores teatrales, apareció, de pronto, un piano en escena y un tipo que, también de pronto, se desnudó y se sentó ante sus teclas.
En cuanto empezaron a sonar las notas de Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz, el aire se hizo denso, aumentó la expectación, la temperatura; se generó algo tan preciado en teatro como es la atmósfera... Haydn, su música y esa maravillosa interpretación de Marino Formenti se habían apoderado por completo de un desvalido María Guerrero.
"Los que hemos aguantado hasta el final hemos tenido recompensa.", "Lástima que no estuviera lo del piano al principio." y demás frases similares se oían a la salida del teatro. Sin querer comparar (¡ni por asomo!) a Rodrigo García con Picasso, no pude evitar acordarme de aquella conversación.
Aprovecho para dejar un interesante comentario de Paloma Pedrero sobre este montaje y sobre otras cosas.
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